Monster Hunter 3 Tri: Relatos de Caza
Los encargados del fenómeno vuelven a sentarse con RG e inician la cuenta atrás para la aventura.
Tras finalizar la dura jornada, cuando las praderas se sumergían en las luces del ocaso, las bestias se recogieron en sus profundas e inescrutables moradas. Los cazadores, conscientes de que alargar la montería sólo provocaría un intercambio de papeles con los monstruos que habitaban en la oscuridad, prefirieron volver a la aldea, relajar sus doloridas articulaciones y compartir historias de batallas y una buena pinta de cerveza.
Nuestra compañía de cazadores, Revogamers, no había tenido una jornada tranquila precisamente. Shez había guiado a su grupo todo el día, especialmente atento a los acontecimientos del Concilio de los Privilegiados. Agente, por su parte, no había dudado en distanciarse del grupo para, con su artilugio mecánico, almacenar a buen recaudo los momentos del día, para dejar constancia de las hazañas que se produjeran. Nunca fue un cazador nato: siempre prefirió contemplar a los animales que convertirlos en su cena.
El caso de Luigi era similar, pero él no dudaba en actuar (más aún cuando se enteró de que nuestro compañero Tildom había perdido la caravana de transporte). Meticuloso y prudente, tomaba notas en nuestras misiones y retenía cada dato de interés, incluso mientras luchaba, cumpliendo así su sueño de que futuros cazadores aprendieran de sus observaciones.
Entre nosotros también estaba Dracarys, el cazador legendario. El Criado entre las Criaturas, como se lo apodaba en otras regiones, prefería relacionarse con otros cazadores con los que había coincidido en previos encuentros, como Vegih o Darkaran. El don de la ecología le otorgaba una sabiduría sin igual, que noveles y curiosos procuraban ordeñar.
Así que fue en la posada de la capital, rodeados de sosiego, camaradería y cantos que animaban el cuerpo y reconfortaban el espíritu, que coincidí con los glorificados hechiceros Ryozo-san y Fujioka-san.
Ryozo-san apagó su pipa y llenó su jarra de agua fresca. La elección, en detrimento de los conocidos caldos del lugar, era más un nuevo intento de paliar la sed, que aún conservaba de charlar sin parar durante el Concilio, que un rechazo al producto de una tierra de la que era admirador confeso.
-¿Estáis a gusto en esta región? - me aventuré, dudoso de si el maestro de las lejanas tierras orientales me reconocería.
- Nos encanta, es nuestra última parada en nuestro viaje, para aprovechar y pasar aquí el fin de semana -confesó Ryozo que, a continuación, puso en situación a Fujioka en su extraño idioma.
En base a los gestos del viajero era fácil deducir la explicación que daba a su compañero. Éste es el cazador español que conocí en Germania; aún me acuerdo de aquella representación en la que él hacía de monstruo y yo de cazador, debió contarle entre risas.
Ryozo y Fujioka eran siempre destino de las consultas de cualquier cazador, más incluso que El Criado entre Criaturas, pero también era más difícil verlos en público. Dado su conocimiento infinito sobre la materia, no eran pocos los rumores que les asignaban una ascendencia divina. Incluso algunos no dudaban en clamar que habían sido ellos mismos los que habían dado vida a todas las criaturas de la tierra, o que al menos conocían cada paso de su Creación, ya que de otro modo sería inconcebible tal sabiduría y dominio en el arte de la caza. Pero una oportunidad así sólo se tiene dos veces al año.