Cronología de Mario (III)

Ya hemos echado un vistazo a lo que ocurre en los comienzos de la historia de Mario, de cómo salva a Pauline de las garras de Donkey Kong y de cómo el Espacio-Tiempo comienza a hacer cosas raras, sobre todo a raíz de los viajes temporales de Bowser con su máquina del tiempo.

Este es el tercer y último tomo de la Cronología de Mario, en el que volvemos a ver cómo las líneas temporales aparecen y desaparecen, cómo es reestructurada toda la realidad de la Línea Temporal B (¿o era la D? ¿Tal vez la L? y de cómo una entidad más allá de lo conocido crea una realidad alternativa en plan crossover porque le sale de las narices (o más bien de los metatarsos, porque de narices va bien escasa). 

Línea Other Luigi (LOL)

Cuando Bowser retrocedió en el tiempo para vigilar los comienzos de Mario no lo supo en un primer momento, pero fue visto por gente de la cuadrilla de demolición. Al no estar acostumbrados a ver en Brooklyn lagartos de tres metros (al menos no a pie de calle) se produjeron varios accidentes laborales y el arquitecto de la obra los despidió a todos.

Mario, deshauciado, acabó pidiendo ayuda a su hermano Luigi, que por aquel entonces comenzaba un negocio de aspiradores. Esto produjo una nueva línea temporal que llamaremos Línea Temporal L, Línea Other Luigi o, simplemente, LOL.

En esta línea temporal, Luigi hereda una mansión encantada, pero Mario, ya que no tenía casa, aprovecha para mudarse antes de que Luigi hiciera la limpieza espiritual pertinente. Luigi entra en la mansión para rescatar a su hermano de los fantasmas, armado únicamente con su aspiradora último modelo y una linterna (ríete tú de los reactores nucleares portátiles y de los rayos de positrones de los cazafantasmas).

Luigi comenzó así una exitosa carrera como desencantador de mansiones y se metió de lleno, además, en el negocio inmobiliario. Entre una de sus muchas inversiones (y para darle algo que hacer a Mario, que no paraba de meter las narices en sus negocios) le regaló a su hermano una fábrica de juguetes. Donkey Kong (que en esta realidad está rehabilitado) ve anuncios en la televisión de los minimarios que fabrica Mario en su fábrica (no hablaremos del increíble narcisismo del que adolece Mario en todas sus realidades) y quiere uno, pero se convierte en el juguete más deseado de la Navidad y se venden todos los de las tiendas.

Donkey Kong, frustrado roba todos los minimarios de la fábrica de montaje y Mario se lanza al rescate de su producción para mantener los costes de fabricación y no tener un descubierto en su contabilidad. La historia acaba con Mario regalándole un muñeco a Donkey Kong y todos tan amigos (para haberlo sabido antes).

Los minimarios fueron tan famosos que Luigi compró un solar y con su contructora creó junto a su hermano un gigantesco parque de atracciones. Y aquí se volvió a montar, porque un descerebrado invitó y sentó a la misma mesa de la recepción a Donkey Kong y a Pauline (la primera novia de Mario que fuera secuestrada por el simio y que dio origen a todo esto). Al pobre Donkey se le cruzaron los cables y sufrió una regresión mental (todavía está por confirmar que no se tratara en realidad de una posesión temporal regresiva del primer Donkey Kong) y la vuelve a secuestrar. Al final todos fueron felices y comieron perdices, pero en la actualidad Donkey Kong sufre en esta realidad una orden de alejamiento de 200m respecto a Pauline.