Super Mario y las 3D
El fontanero de Nintendo que salta en infinitas direcciones.
Mario siempre ha sido la franquicia estrella en ventas de Nintendo, la vaca sagrada capaz de conquistar siempre al público habitual y a las nuevas generaciones con su estilo único y peculiar. Pese a que sus primeros juegos fueron en 2D, a día de hoy los que más hype despiertan a los jugones son sus títulos en tres dimensiones, en los que la compañía japonesa pone todo en el asador para crear originales propuestas sin perder la esencia de la franquicia.
Hablar de cualquier Mario en 3D es hablar de un juego de gran calidad, reconocido por prensa especializada, donde todos poseen una nota sobresaliente en Metacritic, y por los jugadores de todo el mundo como unos de los mejores plataformas tridimensionales de todos los tiempos.
Super Mario 64, revolución 3D en consolas
La competencia había movido ficha y habían aparecido en el mercado Playstation y Saturn, pero Nintendo tenía en marcha un gran proyecto para a acompañar a su futura Ultra 64 (más tarde conocida como Nintendo 64), un Mario en tres dimensiones. Este juego no nació por la competencia, pues Miyamoto lo tenía en mente desde que trabajó en Starfox, pero las limitaciones técnicas hicieron que este proyecto se pasase a la siguiente consola de la compañía. Tras casi dos años de desarrollo, el juego acabó apareciendo en 1996 para acompañar el lanzamiento de la máquina y funcionó tan bien que parecía que la máquina y el mando se habían hecho pensando en este título, y no al revés.
Super Mario 64 no inventó las tres dimensiones, pero sin lugar a dudas sí tuvo el honor de ser el primer juego en explotarlas realmente y en ofrecer una experiencia 3D real, con libertad total de movimiento y exploración y, sobre todo, con una cámara que el usuario podía mover a conciencia en la gran mayoría de las situaciones para situar la visión donde más le gustase. La gran mayoría de juegos modernos en videoconsolas beben de él y no ha habido ninguno que haya ofrecido tanto a la industria desde entonces.
Pero Super Mario 64 no quiso ser simplemente una entrega tradicional con un cambio visual, se cogió su núcleo base y se construyó todo lo demás totalmente nuevo para crear un universo coherente y sin ninguna traba. El fontanero pasó a tener toques de vida que podría recuperar con monedas, a ser capaz de realizar saltos de longitud, rebotar en paredes e incluso dar patadas a sus enemigos. Los power-ups duraban un tiempo limitado y sólo estaban en ciertas situaciones en las que seguramente fueran necesarios, o al menos muy aconsejables de utilizar; y con ellos nació un personaje que últimamente aparece en los juegos multijugador de la franquicia, Metal Mario.
También creó una nueva manera de plantear un desarrollo en juegos. No hay pantallas a superar de un punto A a otro B, ahora hay que utilizar esa libertad que ha aparecido para explorar muchas más posibilidades. El juego nos situaba en el castillo de Peach, que no sólo servía de escenario central para llegar a las distintas `fases´, sino que en sí mismo era un espacio explorable y con secretos. Las fases - desarrolladas en nuevos espacios abiertos - se dividían en objetivos a completar, con lo que un mismo nivel ofrecía distintas posibilidades y caminos según qué tuviéramos que realizar. Cumplir un objetivo tenía de premio una estrella, y coleccionarlas para avanzar a nuevas zonas del castillo era nuestro deber.