Trauma Center: Second Opinion
Las operaciones de Atlus llegan tarde pero con la cabeza muy alta. Así se disfruta interviniendo con el Wiimote.
Trauma Center: Second Opinion - Análisis

Un cirujano no puede llegar tarde a una intervención crucial. Menos si esa intervención es su primera aparición en Wii, menos aún si es con una preparación digna de "curar" la sensación de escasa calidad que infecta su catálogo en ocasiones. Trauma Center: Second Opinion es un título ingenioso y fuera de lo normal, y no merece que Nintendo lo haya dejado lejos de Europa 9 meses (fue de lanzamiento americano) ni que Revogamers lo analice mes y medio después. Por lo que nos toca, pedimos disculpas.
El trabajo proviene de Trauma Center: Under the Knife, el primer ingenio de cirujanos que irrumpió en Nintendo DS con un control basado en las facilidades de su entorno táctil pero que de fácil nada, pues la habilidad y precisión requerida lo hacían un reto digno del equipo de House. Aquél para la portátil cosechó considerable éxito, empujando a Atlus a llevarlo a Wii. Éstos, viendo la que se venía encima, decidieron aprovechar el camino andado en DS manteniendo historia, personajes, casi todos los utensilios, músicas, situaciones, desarrollo... pero incluyendo ciertas novedades y un fino control Wii. Así, Second Opinión, subtítulo del juego que nos ocupa, también fue un éxito de ventas para el estudio en Estados Unidos, uno de los mejores que se recuerdan. Pero como su modesta infraestructura (aunque por regla general productora de trabajos de calidad) no da aún para distribuciones europeas, Nintendo hizo el trabajo de llevarlo a las tiendas de este continente por segunda vez... el pasado 15 de agosto.
Encendamos el dictáfono. Para los desconocedores, el argumento relata los inicios de la carrera de Derek Stiles, un joven cirujano que tras mejorar sus habilidades descubre en sí un poder latente: el Toque Curativo, presente en algunos doctores y que le permite actuar a una velocidad y precisión desorbitadas, como si fuera a cámara lenta. El descubrimiento llega en el momento justo, cuando una terrible, letal y por suerte ficticia enfermedad conocida como GUILT (algo así como toxina inmuno-latente en la utrofina de ganglios) y extendida mediante actos terroristas, pone en peligro la seguridad y salud mundiales.