Kid Icarus Uprising
Por tierra, aire... y la red.
Kid Icarus: Uprising - Análisis
Juego frenético pero adaptado a tí
A todo esto, ¿es divertido el resultado o es solo un guiño a la nostalgia carente de innovación? Lo mejor de Kid Icarus: Uprising es cuando lo estás jugando. Es ahí donde despliega todo su potencial y realmente consigue enganchar con la combinación entre el modo historia, el multijugador y el relleno, bendito relleno.
Las fases shoot'em up de vuelo y las de acción en tercera persona de tierra (consulta nuestras impresiones para conocerlas en detalle) encajan a la perfección, las primeras para soltar la adrenalina con la que arrancar y para afinar el tiro y las siguientes para sentir que realmente estás completando una aventura en la que tú tienes el mando. Cada una va evolucionando a su manera a medida que avanza el juego, la primera incorporando dificultades en el escenario para esquivar y las segundas con pantallas diseñadas con mala saña en las que cada vez importa más el control sobre Pit, y no solo sobre su disparo.
Kid Icarus: Uprising exige mejorar en todo para poder seguir adelante. Tienes que ser más rápido, más hábil y más mortal para poder adaptarte a lo que viene. El salto de exigencia (sin mezclar la dificultad porque cada uno puede jugar en la que quiera entre el 1 y el 9 si tiene corazones para pagarlo) es exponencial, y quienes se confíen en las tres primeras pantallas lo pasarán mal más adelante. Una pena que los jefes no estén a la altura y resulten bastante sencillos de batir por su escasa vida e Inteligencia Artificial, porque con sus múltiples patrones de ataque se podrían haber conseguido batallas para recordar.
Dominar su ataque implica conocer en profundidad los movimientos de Pit, su gigantesco arsenal, las habilidades, los objetos y los vehículos. Os invitamos a repasar estas impresiones para saber todo lo que trae, y le sumamos la mejor valoración posible porque en este sentido el juego es abrumador. Cuanto más avanzas mejores armas consigues y más fácil es conseguir completar de nuevo un nivel en una dificultad mayor. Y entonces te dan un equipamiento mejor y te sientes aun más poderosos, entrando en una espiral de adicción que te incita a tener todas las armas y al mejor nivel posible. Se agradece que esté la función para mezclar armas y poder reciclar las que se han quedado escasas. No es un RPG en el que debas estar pendientes, hasta esta faceta tiene sabor propio, un toque arcade.
Pero para frenesí e intensidad están los modos multijugador (aquí te los explicamos en detalle). La jugabilidad no es la misma pero la sensación es de que son auténticas partidas de Smash Bros. en tercera persona, no de que estás en un shooter. Habrá piques y más de un enfado, y no es solo por la puntuación, también porque duele perder con un hiper golpe que te lanza por los aires recibido por la espalda. Jugando en modo local el juego fluye sin apenas lag (actualizaremos este análisis tan pronto como lo probemos online) y durante la preparación no hay tiempos de carga tediosos, a no ser que uno de tus contrincantes quiera pasar un buen rato escogiendo arma y equipos. En ese caso siempre te queda la posibilidad de esperarle en la sala de entrenamiento mejorando tus ataques.
Las pantallas multijugador, más de una docena, son completamente diferentes unas de otras, lo que las hace muy adecuadas para unas armas y muy poco para otras. Es decir, que si la elección de escenario es aleatoria cualquiera va a poder ganar si ha tenido suerte con su arma, aunque no sea el mejor de los seis combatienes. Una vez más, el efecto Sakurai se deja ver.
Como tiene de todo, también hay intercambios por StreetPass de armas en forma de gemas, que va a servir para completar el arsenal, y las cartas de Realidad Aumentada. Son más bien de decoración porque las batallas entre personajes son automáticas, sin embargo, sirven para ganar aún más trofeos. Como siempre, acumulando.