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Project Zero: The Mask of the Lunar Eclipse (Fatal Frame 4)

Silencio.

Project Zero IV - Impresiones Jap - Avances

 No hay más puertas en la habitación, tengo que retroceder. Cojo la llave y, abriéndome camino con la linterna, regreso a la puerta cerrada. Casi prefería cuando no tenía luz. La oscuridad me parece ahora aún más cerrada y el mundo parece desdibujarse poco a poco, haciéndose irreal. La llave encaja en la cerradura y abro la puerta con un chirrido, lentamente. Llego a una sala que parece un museo. Hay vitrinas con objetos expuestos, aunque, sin duda, lo más fascinante de todo es una vieja cámara de fotos. Es negra, con adornos en bronce muy elaborados. La cojo.

Echo un vistazo a través de ella. Ahora me siento más segura, es cómo si interpusiera una barrera entre la espeluznante casa y yo. Sin embargo, me siento más torpe que nunca cuando la cojo. De pronto, me siento observada. Es como si una mirada penetrante me taladrada, se introdujera en mis pensamientos y los observara impunemente. En la habitación veo una puerta entreabierta y, en la rendija, están los ojos inquisidores. Es una de mis compañeras, la voy a llamar, pero las palabras mueren antes de llegar a ser pronunciadas. Su boca está torcida en una mueca espeluznante. Cierra de un portazo y luego usa una llave. ¿Por qué? ¿Qué está pasando en esta horrible casa?

 Oigo un ruido en el pasillo. ¿Será ella? Me acerco a la puerta y cojo el pomo: está frío, helado. Con mucho cuidado la abro y miro a mi derecha: está vacío. No la he visto porque está en el otro lado, acechando, oculta por la puerta abierta. Viste un uniforme de enfermera y es toda blanca ella, menos dos ojos que son como pozos de oscuridad. Su rostro es completamente inexpresivo, pero aún así adivino un anhelo en ellos. Alarga una mano, pero en ese momento la veo y grito. Cierro la puerta de golpe y me refugio en la habitación.

Veo con desesperación cómo en la puerta aparece su mano, transparente, y luego toda ella. Me sigue observando con una mirada vacía, con los brazos alargados. Yo me quedo de pie, aterrorizada. De pronto desaparece, pero sé que sigue allí, aunque no pueda verla. Me muevo torpemente por la habitación, mirando a uno y otro lado, pero cuando me abraza lo hace por sorpresa. Me debato con furia, dejo caer la cámara y esta suelta una foto. La mujer se cubre la cara con las manos y retrocede: la cámara la estaba apuntando a ella y eso ha sido mi salvación. Su lamento es aterrador, incisivo, casi como si pudiera cogerlo con mis propias manos.


Recojo la cámara y trato de buscar a mi agresora. Ha vuelto a desaparecer, pero ahora sé cómo herirla. La busco con la cámara con torpeza. Me cuesta moverme, cada giro es eterno, y eso me aterroriza… hasta que la veo. Demasiado cerca.

Recuerdo una luna llena, luminosa, pálida de medianoche. Recuerdo las sonrisas de las máscaras, burlándose de mi. Y no recuerdo nada más, pues unos dedos acerados se aferran a mi garganta, arrebatándome el aire, los recuerdos y la vida.

 

El autor de este relato responderá a cuestiones más específicas sobre su historia
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