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Rememorando el Club Nintendo

Una vuelta por el pasado.

Con el paso del tiempo, allá por el año 2002, y la cada vez más común llegada de Internet a los hogares españoles, se modernizó el proceso de “feedback” mediante cuentas de usuario que usaban nuestra dirección de correo electrónico y con las cuales podíamos acceder a los servicios de este sistema. En primera instancia fue el servicio de Nintendo VIP 24:7, que dio paso años más tarde al Club Nintendo en su versión digital.

La modernización del Club Nintendo

Con un sistema de visitas y de registro de juegos que otorgaba al usuario estrellas ligadas a su cuenta, al mismo tiempo que nos mantenían informados de futuros lanzamientos, se creó un sistema de compra de artículos relacionados con Nintendo en el que la moneda de cambio eran precisamente dichas estrellas. Artículos entre los cuales se encontraban fondos de pantalla para nuestro PC, bandas sonoras de juegos de Nintendo o figuras de nuestros personajes favoritos. Donde quizás el caso más sonado fue el de la figura ecuestre de Link sobre Epona, al precio de 15.000 estrellas.

Algunos tildaban a este sistema de poco útil, de añadido comercial con poco valor o de que el ratio estrellas/calidad del objeto estaba muy descompensado. Es cierto que en España no tuvimos las mismas posibilidades de adquirir artículos especiales con tanta facilidad como en Japón o América. Aún así seguía siendo el único sistema de fidelización conocido en el mundo del ocio electrónico. O al menos con unos estándares mínimos de calidad.

Pero con la llegada del Club Nintendo vía Internet se perdió en gran parte esa magia que acompañaba a cada carta escrita en papel convencional o en cada revista. Y el número de socio que aún muchos recordamos de carrerilla se perdió en la noche de los tiempos y nunca más se volvió a recuperar para uso alguno.

Puede que sea yo el nostálgico y que todo eso forme parte de la historia, igual que los soportes magnéticos, la carta escrita o la revista de papel. O puede que estemos entrando de lleno en una sociedad en la que ya no se cuida el trato personal directo tanto como se hacía antaño. Sea como fuere, en aquellos años olvidados por muchos, existía una familia que cuidaba de sus miembros y los hacía sentir parte de un todo. Especiales en cierto modo.

Y es por todo esto que, ahora que está tan cercana la fecha en la que deje de funcionar como tal, quiero dar las gracias profundamente al Club Nintendo por todas las cartas que recibí, por cada una de las cintas de vídeo que hicieron crecer mi ilusión y por todas las guías, revistas y trucos que me acompañaron en cada momento junto a mis fieles amigos Mario, Link o Kirby. Dar las gracias a esa familia que era el Club Nintendo, y que pensaba en mí en todo momento premiando mi fidelidad.

Desconozco el próximo paso de Nintendo frente a sus usuarios, pero tengo una cosa bien clara. Aquel sistema dejó una huella imborrable en toda una generación de jugones, en la que el “hype” llegaba de la mano de una simple foto en una revista o de unas escuetas imágenes en movimiento de tu juego favorito. Cuando no existían extensos “gameplays” o “reviews” infinitas. Cuando en vez de “smartphones” teníamos Game Boy. Y en vez de “chatear” con amigos virtuales lo hacíamos con nuestros amigos de toda la vida para intercambiar los cromos de Bola de Dragón en el patio del colegio. Cuando en nuestro bolsillo del pantalón, en una de las solapas de nuestra cartera de los Simpson había un carnet del Club Nintendo.

 

Una colaboración de Juan Carlos Medina, Arnold