Metal Gear: 25 años de leyenda
Una restrospectiva a toda la saga en honor a la llegada de Metal Gear Solid 3D.
“[...] neither truly alive nor truly dead, and undiying shadow in the world of lights.” Gray Fox (Frank Jaeger), Metal Gear Solid
Pero, por encima de todo, el laberinto de actantes en el que se ha convertido la serie no sería más que un amasijo informe y absurdo de no ser por las grandes figuras en las que confluyen la infinidad de tramas y relaciones. Esos grandes iconos a los que sólo Hideo Kojima saber dar un alma propia, como el charlatán de feria hace creer a los inocentes niños que aquellas marionetas están realmente vivas.
Pocos títulos pueden exhibir orgullosos tal elenco de personajes. ¿Recuerdas el nombre de algún protagonista de alguna entrega de la saga Call of Duty? Sin embargo, nombres como Solid Snake, Gray Fox, The Boss, o Revolver Ocelot han sido grabados a fuego en la memoria colectiva de cualquier aficionado a los videojuegos, sea fan de la saga o no. Y además son fácilmente reconocibles por su aspecto, dado su enorme impacto visual – gracias a los maravillosos diseños de Yoji Shinkawa –.
Pero más allá de la banalidad que representa su atractivo, el potencial publicitario, o la simple iconografía con respecto a los personajes de otros juegos de la industria del videojuego, la importancia de los actores en Metal Gear radica en la perfecta armonía y sinfonía de emociones que son capaces de transmitir, y es por ello que permanecen en el recuerdo. Están vinculados al jugador de manera sentimental.
Y son estos mismos personajes los que transforman una aparentemente simple historia bélica, en una reflexión sobre la tragedia de la guerra. Sobre el significado de ser un soldado. Sobre el horror que convierte al hombre en un ser capaz de dar forma a la amenaza nuclear. La transforman en una historia sobre la lealtad, sobre el deber. Sobre el amor entre un hombre y una mujer, sobre el amor entre una madre que no conoce a su hijo, y que ama al que no es de su sangre, y un hijo que repudia a los que nacieron de su propia esencia. Una historia sobre la herencia genética, y su significado para la raza humana. Una historia, al fin y al cabo, sobre el sentido de la vida; las luces y las sombras de una misma cosa.
“Building the future and keeping the past alive are one and the same thing.” - Solid Snake (David), Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty
¿Es ésta una justificación para la desproporcionada cantidad de escenas de vídeo, conversaciones por Codec, y extensísimos diálogos que contiene cualquier entrega de la saga? Y es que este es, precisamente, el principal argumento que esgrimen aquellos detractores de la obra de Kojima. Lo que destierra a Metal Gear de su legítimo legado en un medio – el videojuego – que aún no sabe definirse a sí mismo, y rechaza de pleno a todo aquello que no siga el camino prefijado.
A pesar de que estas palabras están escritas sin ninguna intención de objetividad, y desde la profunda fascinación del que esto suscribe por cada uno de los fotogramas de la magnífica obra de Hideo Kojima, no voy a hacer aquí un alegato a los recursos usados por el nipón para desarrollar cada entrega de Metal Gear. Es más, incluso voy a ceder un poco ante la idea de que quizá, en ocasiones, no hubiera estado de más el intentar desarrollar algunas de las situaciones de los títulos de una forma más interactiva que visual – dado el medio en el que se desarrolla –.
Pero, al fin y al cabo, el videojuego, como medio audiovisual que es, tiene como objetivo final la comunicación, la transmisión de un mensaje, de una idea. Y es cierto que el videojuego posee recursos muy potentes, y que lo diferencian de otros medios audiovisuales, como la interactividad, que, aplicada a la narrativa, puede derivar en la hipertextualidad. Metal Gear decide prescindir de este recurso, y apuesta por aplicar los de otro medio no interactivo (el cine) como carga principal para las escenas más dramáticas y para los puntos culmen de las diferentes tramas.
Sea de la manera que sea, el resultado es el mismo. Todos los que lean esto seguro que recuerdan el combate contra aquel gigantesco Ganon en Ocarina of Time, o aquella última confrontación con Bowser en Super Mario Galaxy. Eran épicos enfrentamientos, arduos y complicados, que hacían sentirte dentro de la piel del protagonista en sus momentos más difíciles.