Metal Gear: 25 años de leyenda
Una restrospectiva a toda la saga en honor a la llegada de Metal Gear Solid 3D.
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Año 1987. Konami encarga a un joven empleado, Hideo Kojima – cuya experiencia previa se limitaba a la asistencia de dirección en Penguin Adventure (MSX, 1986) –, el diseño de un nuevo juego de acción bélica moderna para el sistema doméstico MSX. Las limitaciones técnicas de la máquina, y algunos aspectos relacionados con el diseño artístico, obligaron a Kojima a replantear el núcleo del sistema de juego; su enorme afición por el cine de Hollywood, y en concreto por el film The Great Escape (1963), inspiraron al diseñador nipón, convirtiendo lo que iba a ser un título de acción directa en un novedoso juego de infiltración, donde la prioridad era, precisamente, evadir el enfrentamiento directo. Pese al escepticismo previo de Konami ante las trasgresoras intenciones del joven diseñador, el proyecto fue finalmente lanzado al mercado con el título de “Metal Gear”. El resto, como se suele decir, es historia...
“Snake abort the mission! Turn off the NES right now!” - Big Boss (Jack), Metal Gear
No cabe duda de que Metal Gear es uno de los grandes nombres propios en la historia del videojuego. Ya sea levantando pasiones entre sus seguidores, o alentando a las masas que lo denuestan con cada nueva entrega, Kojima y su opera magna son una pieza clave del colosal engranaje de la industria del ocio electrónico. No hay término medio: o lo amas, o lo odias.
Ya desde su primera entrega, Kojima demostró que era alguien peculiar. Se le tildó de “incomprendido para su época”, aplicando en un entorno de 8 bits una plétora de recursos cinematográficos, enormes cantidades de diálogo, e ingeniosas tretas propias de los medios audiovisuales “mayores” – no creo ni que se considerara al videojuego como un medio audiovisual en 1987 – para un público no muy acostumbrado a algo más allá de descargar adrenalina entre píxeles y colores planos. En el momento en el que Big Boss rompe la “cuarta pared” – probablemente por primera vez en el medio – pidiendo directamente al jugador que apague la consola, sabes que estás jugando a algo diferente.
Ni qué decir tiene al respecto que el impacto de las tretas con el Dual Shock y las tarjetas de memoria de Psycho Mantis serán recordadas durante generaciones...
“He who experiences the joy and tension of battle... will place himself battlefields for the rest of his life.” - Big Boss (Jack), Metal Gear 2: Solid Snake
Metal Gear es algo más que un videojuego. Y lo cierto es que no tiene nada que ver con el gusto de Kojima por aplicar todo tipo de elementos del imaginario cinematográfico en sus juegos; no es el único título que a día de hoy hace uso de ellos, ni son patrimonio exclusivo del creativo nipón. Tampoco se debe a su entramado, complejo y absorbente guión, con elementos propios de la narrativa japonesa pop; actualmente podemos encontrar otros referentes en el medio que cuentan con historias elaboradas y realizadas con excelsa factura. Tampoco se debe al sistema de juego; cierto es que Metal Gear fue el pionero de un género, así como el primero en ofrecer un mundo detallado hasta lo enfermizo con el que interaccionar de múltiples maneras diferentes, pero a día de hoy sus mecánicas se tornan aparatosas y obsoletas en comparación con otros títulos que siguieron su estela. Ni siquiera se debe a su música, magistralmente compuesta por Iku Mizutani y cia. en MSX, seguido de Kazuki Muraoka y Tappi Iwase en la 32 bits de Sony con Metal Gear Solid (PSX, 1998), y finalizando con Sir Harry Gregson-Williams a partir de Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty (PS2, 2001), dando forma todos ellos a temas inolvidables.
Lo que hace verdaderamente de Metal Gear un objeto precioso e inefable son sus personajes, entes cuasi orgánicos, hercúleos vehículos de emociones, sentimientos, e ideas. Personajes tan potentes que, orquestados por todos los elementos anteriormente citados, dan sentido completo y complejo a una amalgama de sensaciones que ninguna otra obra audiovisual consigue reproducir de igual manera.
Cada personaje de cualquier entrega de Metal Gear, por pequeño y escasamente trascendente que sea – ¿alguien dijo Armada GENOMA? –, es un pequeño tesoro repleto de carisma, encanto y significado, que interpreta a la perfección su papel en la gran obra teatral de Kojima.