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Explorando KnapNok Games

Nos subimos a Splory para conocer mejor a los creadores de Affordable Space Adventures.

¿Pero cómo cuadraba este proyecto espacial con esa filosofía? Al volver a mirar dentro de Splory y veía mi puesto de mando. Ese volante que las malas lenguas dirían que no es más que un simple mando de Wii U era un verdadero centro de control. La versatilidad era asombrosa, desde acciones tan simples como controlar el movimiento con el stick izquierdo y la linterna/escáner con el derecho hasta otras más elaboradas como cambiar el tipo de tren de aterrizaje pulsando los botones correspondientes. Todo esto sin saltarnos la pantalla táctil, desde donde se activaba cualquiera de los dos motores de la nave (el de combustión y el eléctrico, más silencioso y térmicamente inocuo) y regular tanto la potencia de éstos así como de sus funcionalidades (ya fuera el generador de masa del motor de combustión o los módulos de antigravedad y deceleración del eléctrico). Dado que era una pantalla, también mostraba indicadores de sonido, consumo eléctrico y las temperaturas interna y externa de la nave. El volante tampoco estaba anclado fijamente, por lo que se podía girar para cambiar la inclinación de la nave.

¿Y una nave así cómo fomenta la compenetración entre varias personas? Pues mira ¿Por qué hacerlo todo tú solo, cacho ansias? En una cabina bien pueden repartirse las tareas. Decidieron así sumarse a mí dos de los integrantes de KnapNok Games, uno como piloto y otro encargándose del escáner, para las labores de reconocimiento, y me dejaron a mí como ingeniero, responsabilizándome del control de las tripas de la nave para regular su consumo y el encendido y apagado de herramientas. Entonces me di cuenta de un pequeño detalle: ¡yo no hablo danés! La coordinación fue espantosa y no hicimos más que comernos paredes una y otra vez con Splory.

Afortunadamente a tortazos se aprende bastante y nos quedamos con las nociones para avanzar civilizadamente con nuestra orgullosa nave (eso y que pasamos a hablar todos en inglés, que también ayuda). Al entrar en una de las habitaciones nos topamos con un hombre echándose la siesta (dicen que hay un español en KnapNok Games, a juzgar por esa estampa debía de ser cierto). Lo mejor era avanzar sin molestar, así que puse el motor eléctrico en marcha a la mínima velocidad y con el decelerado desactivado para avanzar por inercia. Parecía que aquel tipo no se enteraba de que andábamos por ahí; pero el ritmo era desesperantemente lento. Fue ahí cuando observé que había una rampa en el suelo, así que activé el tren deslizante, posamos la nave sobre ella y fuimos cuesta abajo suave y silenciosamente. Misión cumplida.

Mientras bajábamos, decidí desactivar el motor eléctrico y las luces porque queríamos usar el móvil sin provocar interferencias. Entonces me percaté de que habíamos entrado en una sala bastante oscura. Qué raro, si el aspecto de la oficina era acogedor en su entrada para contrastar con los nubarrones del exterior. Ahí me contaron que habíamos entrado en las dependencias de Nicklas “Nifflas” Nygren, un colaborador sueco que ponía su buen hacer artístico para decorar la nave e imaginar el aspecto en la superficie de lejanos planetas. Era un aliado de renombre, pues en su haber figuraban NightSky y Knytt Underground. Pusimos de nuevo la linterna y pudimos admirar los detalles repartidos por toda la sala, que jugaban con la luz  emitiendo tenues reflejos.

Poco después regresamos al hangar donde descansaba Splory y la visita llegó a su fin. Vale, no había viajado al espacio como me habían vendido en ese convincente folleto que me mandaron semanas atrás los de Uexplore; pero mira, había merecido la pena. La nave era totalmente amigable para extraños y novatos como yo y no costaba llegar a dominar sus entresijos. También me resultó interesante la actitud de KnapNok Games, un equipo sin complejos y siempre dispuesto a rizar el rizo pero manteniéndose siempre firme a sus ideales. Por poner alguna pega, la visita se me hizo algo corta; pero la experiencia fue igualmente recomendable.