Rayman Origins
La plataforma es bella.
Rayman Origins - Análisis
El aspecto sonoro de Origins también da la sensación de haber sido igual de importante durante su desarrollo, pero el resultado no ha conseguido rayar al mismo nivel. Las melodías son sorprendentes y fundamentales durante la partida, hasta se integran en la misma jugabilidad para invitar a mantener el ritmo. Sin embargo, sorprendentemente no son todo lo agradables que podrían parecer y acaban saturando un poco. Gran parte de la culpa la pueden tener los efectos sonoros, a todas luces exagerados.
Rayman vuelve a las plataformas… y a los shooters
De acuerdo, el equipo de Ancel ha conseguido crear un universo de 10, ¿pero ha sido capaz de aprovecharlo para conseguir hacer un videojuego divertido? Por supuesto que sí, pero un punto por debajo del acabado artístico.
El diseño de niveles ha sido todo un reto. Conseguir adaptar a este patoso de Rayman a un multijugador para 4 no es una tarea sencilla, y ahí es por donde pueden llegar los mayores problemas.
Los escenarios de Rayman Origins tienen un diseño milimétrico. Para conseguir hacer una pantalla a la perfección hay que conocérsela al dedillo y haberla repetido un montón de veces. Es la única forma de hacerla corriendo y recogiendo todas las luciérnagas (¿borrachas?) que hay que obtener para conseguir las medallas que esperan al final de cada nivel. Y no es baladí, porque sin medallas no se desbloquean nuevos niveles.
Sin embargo, los primeros compases pueden ser tediosos y contradictorios. Cuesta cogerle el punto al control y entender realmente la mecánica de juego, en el fondo muy diferente a la de plataformas 2D multijugador muy semejantes como New Super Mario Bros. Wii. Consigues acabar las pantallas con más o menos vidas perdidas, pero sin una sensación de haberlo hecho bien un poco frustrante. Ves que no corres porque te falta tiempo, corres porque es la única forma de conseguir luciérnagas, pero vas tropezando una y otra vez con obstáculos tontos. Y al final, avanzas y avanzas con algo de vacío en el interior.
Esta sensación es mucho más profunda en el multijugador. Los jugadores deben cooperar porque las medallas son conjuntas, pero deben competir por las luciérnagas porque el que más coja es el pequeño ganador de cada pantalla. Esa contradicción cooperación-competición, que es la que realmente lo hace más divertido por ver los gestos, las pequeñas disputas y los ‘¡por qué!’ de quien se sienta a tu lado se trunca porque las cosas no salen bien.
En efecto, a Rayman Origins le haría falta ser un poco más intuitivo para tener un multijugador sobresaliente. Es necesario que lo manejen jugadores expertos para desarrollar todo su potencial y conseguir ese 100% que una sola persona prácticamente jamás podrá conseguir. A pesar de que la curva de aprendizaje es muy equilibrada y que el control es sencillo, con apenas unos botones. Lo positivo es que también es un juego sobresaliente para un jugador.