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Mario Party 8

Mario y compañía tiran los dados por octava vez en un título que pese a que empieza a mostrar signos de falta de novedades, sigue manteniendo la diversión de sus mejores entregas.

Mario Party 8 - Análisis

Así pues, este es un título con una jugabilidad notable, nueva y muy sencilla, si bien no está exenta de fallos, y es que algunos desafíos se antojan demasiado parecidos entre si: los minijuegos de carreras básicamente consisten en lo mismo, con el mismo control, pero ambientados en diferentes sitios, y la mayoría de las pruebas en las que nuestros personajes van a pie consistirán básicamente en moverlos sobre una superficie de la cual no se pueden caer, mientras  intentamos tirar de esta plataforma al resto, o pugnamos por recolectar más objetos que los demás. Todo esto, desde luego, no impide que los piques con nuestros amigos o familiares no vayan a ser de órdago. Una partida a 25 turnos puede dar de si para unas 3 horas, y el odio hacia  nuestros semejantes no hará sino aumentar por momentos, cuando veamos como de ser líderes pasamos a colistas por una mala tirada de dados al caer en una casilla roja, un robo de la mitad de nuestras monedas con un “ruinamelo”, y que luego nos lleven al inicio del tablero del tren cuando ya olíamos la estrella, por poner un ejemplo.

Gráficamente sí se nota alguna evolución respecto a las entregas en GameCube, pero tampoco encontraremos ninguna virguería visual en este juego. Los personajes tienen algo más de carga poligonal y gozan de mayor tamaño y nitidez. Donde si se notará un avance más notable es en los escenarios, los cuales ahora serán mucho más ricos y profundos, con mayores objetos en pantalla y más dinámicos. Lo que a estas alturas es ciertamente imperdonable, es que no se haya incluido el formato panorámico, solucionando esto con dos cortinas a los lados en televisores en este formato y punto, es decir, que realmente se siga jugando en formato 4:3. Lo más curioso es que esto no ocurre en los menús. Por otro lado, el juego nos viene a 50 Hz sin posibilidad de elegir los 60 Hz, otro fallo garrafal, convirtiendo a este título en el único de Nintendo que viene con este tipo de carencias. Además, podemos apreciar algunas ralentizaciones molestas e incomprensibles en algunos minijuegos.


En cuanto al nivel sonoro, seguirá manteniendo el corte clásico de la saga. Melodías alegres en los menús, muy festivas, que acompañarán a los jugadores también en los mapas y minijuegos, si bien es cierto que en mapas como el de la mansión de Boo o el de Bowser, las melodías serán algo más siniestras, pero sin abandonar esa tónica de juego para todos los públicos. Los personajes contarán cada uno con su par de sonidos o frases, como siempre, pero nada más allá de eso. Por otro lado, dispondremos de un gran número de efectos de sonido a lo largo de las diferentes pruebas en las que nos enfrentemos, así como en los tableros de juego. Todo ello acompañando correctamente a la acción, pero sin destacar especialmente en nada.

Análisis Mario Party 8Existen elementos interesantes como los ya mencionados caramelos, que darán vidilla al juego en la parte del tablero y sustituirán a los antiguos objetos. Estos tendrán diferentes efectos como poder tirar uno o dos dados adicionales, robar monedas a los adversarios con los que te cruces y enviarlos al principio del tablero, avanzar casillas... Especial mención tienen las transformaciones que experimentarán los personajes al usar los caramelos: se podrán convertir en una bola, en su versión de 8 bits pixelada, en un vampiro… ¡e incluso en Bowser! Por otra parte, los propios tableros proporcionan sus exclusividades para darle la vuelta a la partida, ya sea con medios a nuestro alcance, como pagando a un delfín para que nos lleve directos hasta una ansiada estrella, como las famosas casillas de interrogación, en las cuales caeremos de forma aleatoria y azarosa, y que en mapas como en el Expreso Shy Guy cambiarán el transcurso de la partida cambiando de locomotoras, por ejemplo.

 En definitiva, Mario Party sigue conservando su espíritu de juego competitivo y adictivo que, aderezado con unos pocos añadidos y simplificando su control ha logrado mantener esa premisa que lo ha convertido en una saga longeva: la jugabilidad. Algunos fallos como la semejanza entre ciertos minijuegos (semejanzas incluso con títulos anteriores de la serie), o la imperdonable exclusión del formato panorámico y los 60 Hz, así como la lentitud característica de las partidas de estos títulos, le hacen bajar puntos, pero el uso del mando de Wii en este juego, pese a no ser todo lo brillante que podría, se hace notar fresco en las diferentes pruebas y mejora la forma de jugar en el presente; y el diseño de algunos mapas, como Koopachopolis o La Mansión del Rey Boo ofrecen suficientes retos y competitividad como para que sigamos pasando con Mario Party grandes tardes de vicio con los amigos.