Kirby's Epic Yarn
Desenredando la aventura épica de Kirby
Kirby Epic Yarn - Análisis
Los cielos nocturnos son tela de jeans, los elementos del escenario están cosidos al fondo, como si se tratara de una gran colcha de parches; las abejas son botones negros con hilo amarillo, los enemigos se deshilachan como quien deshace un nudo, la animación de las arenas movedizas es como ver un telar trabajando a toda velocidad, los fuegos artificiales son estallidos de cuentas de colores… Hay miles de ejemplos de cómo cobra vida el mundo Textil, de lo gracioso que es ver a Kirby deslizándose sobre el hielo haciendo posturitas de patinaje, de acercarlo a un borde y ver cómo hace equilibrios para no caerse, de cuando se convierte en coche cuando corre con un simpático bocinazo o saca el trineo cuando está en el hielo… El simple hecho de verlo darse la vuelta, ver ese hilo rosa retorcese y girar 180o, es, sencillamente, genial.
Kirby siempre ha devorado a sus enemigos y muchas
veces adoptado nuevos poderes cuando lo hacía. En este Kirby, las transformaciones vienen dadas, casi siempre, por el contexto. Si nos sujetamos a un saliente, nos convertiremos en un cascabel; si corremos, en un coche; si pulsamos dos veces el salto, en un paracaídas; en el mismo momento de tocar el agua, nos transformaremos en un gracioso submarino con una hélice que se mueve a toda pastilla. Otras veces cogeremos un ítem y la transformación se hará más profunda, cambiando la mecánica del nivel: podremos ser un enorme tanque lanzamisiles, un coche de bomberos que apaga incendios, un todo terreno de carreras, un topo excavador, un corredor de snowboard saltimbanqui, una nave espacial y, mi favorito, un delfín acróbata.
Los niveles plataformeros pueden convertirse, súbitamente, en una carrera de velocidad con obstáculos al estilo de Bit Trip Runner, en un shoot’m up de scroll lateral como Gradius o en una fase de exploración marítima, recordando a Ecco, the Dolphin. La experiencia es muy básica, de acuerdo, pero ayudan a condimentar las mecánicas del juego y son cambios agradables muy divertidos.
La banda sonora es otro acierto por parte de Hal Laboratories. Hay momentos en los que tiene unos tintes claramente “marionos” de nueva generación: ritmos modernos como el Calipso con ligeros toques orquestales y un poco más de ritmo. El resultado es una banda sonora alegre y animada y llena de matices coloristas.