Batman: Arkham City Armored Edition
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Batman: Arkham City Armored Edition - Análisis
Las adaptaciones de películas o cómics al mundo de los videojuegos siempre me provoca un pánico cerval. Un escalofrío recorre mi columna cada vez que me tengo que enfrentar a un título de esta naturaleza porque, afrontémoslo, suelen ser una porquería. Ya sea por las prisas con las que están hechos o que el equipo de desarrollo no le pone mucho empeño el caso es que las licencias desaprovechadas son uno de los grandes males de los que adolece nuestra industria.
Afortunadamente siempre hay equipos de desarrollo como Rocksteady Studios que están ahí para hacer que uno se calle un poquito y cierre la boca, al menos para hablar, porque el resto del tiempo la dejas abierta, de asombro. Y es que Batman: Arkham City Armored Edition consigue de forma espectacular transmitir la sensación de ser Batman, de planear por la ciudad de Arkham y enfrentarte a locos psicópatas en cada esquina, de plantar cara a una ciudad que se derrumba y a la miseria del ser humano.
Una ciudad de locos
Imaginad que a alguien se le ocurre que una cárcel no es suficiente (en este caso el Sanatorio Arkham, donde están encerrados todos los enemigos de Batman) y que la única forma de mantener a raya a los indeseables es dándoles una parte de la ciudad. Eso sí, para proteger a los inocentes, esa parte de la ciudad será aislada con enormes muros de hormigón y guardias fuertemente armados. Todo lo que queda al otro lado es una tierra sin ley, con barrios controlados por los distintos archivillanos, que se encargan de mantener un retorcido status quo.
Imaginad ahora que Batman se encuentra ahí, completamente sólo, dispuesto a averiguar qué está pasando. Primero secuestrado y luego por voluntad propia, ya que existe la certeza de que alguien la va a armar muy gorda. Y ahí estamos nosotros, encarnando al Detective, solos ante el peligro y rodeados de enemigos que no dudarán a la hora de acabar con nosotros.
Lo bueno de Batman es que podemos elegir qué hacer y cuándo hacerlo. Existen suficientes misiones secundarias como para mantenernos ocupados durante decenas de horas. Ya sea misiones con un arco argumental definido, como la de Zsazs, o de simple recolección, como los diferentes desafíos que nos propone Edward Nigma. Por supuesto, siempre podemos revisitar zonas antiguas para buscar tesoros que se nos hayan quedado olvidados o explorar libremente la ciudad en busca de misiones improvisadas.