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Wii U: entre dos generaciones

¿Cómo definir técnicamente a la nueva consola de Nintendo?

Nunca me siento cómodo al hablar de hardware. Quizá porque sé lo suficiente como para ser plenamente consciente de mi propia ignorancia. Existen demasiadas variables en el diseño arquitectónico del hardware y su relación con el software como para poder hacer predicciones fiables sobre el resultado final. Y cuando hablamos de máquinas multimedia tan complejas como las videoconsolas, la cosa se complica aún más.

Los años 90 fueron tiempos dulces para la feliz ignorancia del fan de los videojuegos. Una consola tenía `16 bits´ y por tanto era mucho más potente (¡nada menos que el doble!) que una máquina de `8 bits´. Aquello no era del todo cierto (la realidad siempre es más compleja que cualquier etiqueta), pero al menos servía como buena referencia para los poco entendidos.

Wii U entre dos generaciones

Hoy en día este asunto se ha vuelto mucho más difícil de abordar. Nos encontramos con arquitecturas multinúcleo, que se sirven de memorias caché de múltiples niveles, enormes cantidades de memoria RAM donde a veces la velocidad de acceso prima más que el espacio disponible, diferentes entradas y salidas de audio y vídeo digital, buses de acceso rápido entre CPUs y GPUs... Y todo ello aprovechable mediante herramientas programadas por los propios manufacturadores de las consolas, en cuya optimización deben confiar a ciegas la gran mayoría de los desarrolladores de contenidos.

Y después de tener en cuenta esta larguísima lista de factores, ¿seríamos capaces de saber qué esperar del futuro resultado visual de los juegos de una consola tan sólo conociendo estos detalles? En absoluto, porque en todo este conglomerado de hardware y software se apoya el ingenio del equipo de desarrollo para potenciar los puntos fuertes de la máquina y camuflar sus flaquezas.

Ahora bien, con el paso de los años no ha cambiado una máxima de la informática, y es que el hardware tiene sus límites y éstos se manifiestan siempre por culpa de los cuellos de botella. En toda esta cadena que lleva al silicio a crear magia, siempre hay un eslabón más débil que es el que impone la dura realidad de que no todo lo que imaginemos se puede renderizar a tiempo real con la tecnología actual.