Nintendo en los Juegos OlÃmpicos de Londres y el respeto a los videojuegos
En una semana se ha colado dos veces y no parece que sea todo un plan de marketing.
Nintendo como elemento de la cultura popular
Lo de los Juegos Olímpicos de Londres solo ha sido una exposición mediática de una temperatura que sube y se puede medir en la calle, en las tiendas y poco a poco en los medios de comunicación generalistas.
Como el jurado del Premio Príncipe de Asturias, que concedió este año 2012 a Shigeru Miyamoto el premio de Humanidades y Comunicación, varias academias de las artes de todo el mundo han aceptado por fin al videojuego como una parte de la realidad social, de ocio y de consumo, con talento, creatividad y trabajo detrás del producto. Y es precisamente Nintendo quien va recogiendo esos premios que en realidad pertenecen, como el mismo Miyamoto reconoce, a miles de personas que han colaborado en hacer de las consolas algo para todo el mundo. También a Sony y a Microsoft, a cada uno en su medida.
Pero lo que ha pasado en Londres en el mejor ejemplo de ese camino de ida y vuelta que recorren las personas, las marcas, los productos, los deportes y cualquier elemento que pasa primero a ser socialmente aceptado y entra después en la cultura popular. Las dos fases son tan claras que no dejan lugar a ninguna duda de la asimilación social de los videojuegos que por fin, tras más de 30 años, se ha conseguido.
En el mismo evento y en el lapso de una semana, Nintendo se mete en la sociedad de forma activa (evento de inauguración) y la sociedad devuelve Nintendo como elemento social reconocible de forma pasiva (Zelda en gimnasia artística). Ha sido el ejemplo más claro.
El camino que se ha recorrido en los últimos 8 años es tan grande que quizá mucha gente ni siquiera se ha parado a mirar atrás para ver dónde estábamos antes y hasta dónde hemos podido llegar. ¿Alguien se imagina una escena con una PSX en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000? ¿O un ejercicio de natación sincronizada sobre una composición de Final Fantasy? Lo que era impensable se ha convertido en realidad.
Solo hay que mirar a Londres ahora que todo acaba. Allí está y siempre quedará la bandera de los videojuegos, orgullosa y sin complejos, ondeando entre todas las demás.
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