Mutant Mudds
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Mutant Mudds - Análisis
El segundo pilar: Nostalgia conceptual
Pero el apartado artístico no es lo único que evoca al pasado del videojuego en Mutant Mudds.
La extrema sencillez de las mecánicas y controles del juego pueden parecer insuficientes para unos jugadores acostumbrados a desarrollos de juego con decenas de acciones diferentes... pero es que en Mutant Mudds cada píxel está minuciosamente medido y ajustado para exprimir el sistema hasta la última expresión. Aquí no vale aplicar el modelo de “usar movimiento X para la situación Y”, una y otra vez; o aprendes cada mecánica de forma exacta, conociendo a la perfección cada resquicio y cada límite de las mismas, o tu paso por los niveles del juego será una experiencia bastante frustrante. Porque sí, Mutant Mudds es un juego difícil. Muy difícil. Es un juego (aunque hayan conseguido que deteste esta expresión) “hardcore” de verdad. Como los de antes.
Y todo esto viene acompañado, claro está, de un diseño de niveles apoteósico. Clásico, arcaico si me apuras; pero elaborado con un oficio y una pulcritud artesanal inaudita. Resulta fascinante y descorazonador a partes iguales ver cómo en un juego, en teoría, de desarrollo “menor” se pueden encontrar tantas y tan buenas ideas, que además están ceñidas a un esquema de juego tan básico. Y digo descorazonador porque luego uno no puede evitar pensar en qué se podría hacer en juegos de presupuesto “más capaz” con la mitad del mismo buen hacer; y qué es luego lo que se hace realmente... Pero bueno, ese es otro tema.
Carencias...
Estas son las virtudes de Mutant Mudds. Los dos pilares básicos y robustos que lo convertirían en una pieza de software sobresaliente, de no ser porque ambas requieren de algún que otro requisito previo, y cierta predisposición a saber disfrutar de un estilo de hacer videojuegos que, definitivamente, ya no se lleva.
Pero aún no hemos hablado de las carencias. Que las hay. Y las más importante de ellas es la duración. Un par de horas escasas fue el tiempo que necesité para superar todas las fases de Mutant Mudds; súmale un par de ellas más para superar todos los niveles secretos, y conseguir todo lo “conseguible” en el juego. Todo esto dependerá, claro está, de la propia habilidad del jugador; pero por una evidente cuestión de contenido, no creo que en ningún caso la duración del juego supere las 5 ó 6 horas en total. Y teniendo en cuenta que carece de otros modos de juego, que no hay sistema de puntuación, o algo por el estilo... el único reto posible que nos queda para jugar en el futuro es intentar superar cada fase en el menor tiempo posible. Pero por amor al arte, claro.
Y esto está directamente relacionado con la segunda de las carencias, y quizá una de las más importantes en cuanto a juegos descargables se trata: el precio. Pagar 9€ por dos pares de horas de juego puede resultar directamente inaceptable para muchos.
... y conclusiones
Para mí, Mutant Mudds es una joya. No sólo he disfrutado como un enano de sus grandes cualidades, sino que he sido el objetivo idóneo de ese delicioso viaje al pasado que nos regalan los chicos de Renegade Kid. Sin duda, ha valido la pena.
Pero al igual que considero que es una experiencia que todo jugador debería probar, soy consciente de la enorme barrera que tanto la escasa duración como el precio puede suponer para muchos usuarios menos predispuestos. Y esto mismo es, precisamente, lo que separa a este juego de la excelencia, y lo que convierte a Mutant Mudds es un producto sólo apto para las personas que sean capaces de disfrutalo en su máxima expresión. Para aquellas personas para las que, como yo, las virtudes sean mucho más relevantes que las carencias.
Parece que los propios responsables de este título ya han anunciado una segunda entrega, en la que esperan ampliar sensiblemente el contenido, tanto en densidad como en volúmen. Quizá el hipotético Mutant Mudds 2 sea el justo heredero de esta pequeña joya, y el que consiga llevar a la mayor cantidad de público posible el glorioso arte del videojuego tradicional, aquel que enarbola este título y el cual nunca deberíamos perder del todo de vista.