Kororinpa
Kororinpa son subidas y bajadas que tratan de poner a prueba la habilidad y el pulso de los jugadores en cada momento. ¿Hasta dónde ha llegado este tobogán?
Kororinpa - Análisis
Y así llegamos al control, que es tan sencillo como el mecanismo propio del juego. El Wiimote se convierte en un eje del mundo. Gracias al detector de posición, Kororinpa hace que el mando sea un reflejo de la posición del circuito, de modo que si éste se inclina hacia un lado, hacia adelante o hacia atrás, incluso boca abajo, todo el "mundo" lo hará también. De este modo, tendremos que inclinar el control en diversas direcciones para que la bola vaya circulando por el camino hasta llegar al agujero final.
La dificultad se encuentra en dar con el grado de inclinación preciso que permita controlar la velocidad y la dirección de la bola a lo largo de los circuitos, en los que habrá caminos muy estrechos, curvas cerradas, caídas y otras dificultades. Si nos excedemos, la bola se precipitará fuera del escenario, y si vamos demasiado rápido podremos caer al vacío en las zonas sin pared. Aún así, los kororinpa no son demasiado enrevesados y un pequeño vistazo inicial permite visualizar el recorrido completo, a diferencia de algunas de las fases más difíciles de Super Monkey Ball. Además, la curva de aprendizaje es buena, y la introducción de problemas sucesiva para no causar frustración, sin llegar nunca a aburrir. De hecho, será necesario repetir una y otra vez muchas de las zonas.
Una ayuda extra se encuentra en el mapa, al que llegamos desde el menú, al que se accede pulsando el gatillo. Los mapas permiten rotar el recorrido, acercarlo y alejarlo para observar mejor las distancias y posiciones, o encontrar el camino correcto. Durante la partida, la cámara no puede ser manipulada por el usuario, aunque su colocación es generalmente muy buena. También tiene uso el botón A, que teletransporta a la bola al inicio o a un punto de guardado intermedio en cualquier momento.
Kororimpa es un juego agradable. Sin grandes pretensiones, intenta alegrar la partida a los jugadores y para ello recurre a unos mundos con colores vivos o a la iluminación del gris de la ciudad y la oscuridad de la noche. Los 5 escenarios, completamente en tres dimensiones por necesidad, presentan un detalle gráfico bajo, pero no descuidado. El acabado de las pistas es superior al de los fondos en texturas e iluminación; en cada uno de los mundos, el material cambia (asfalto, madera o galleta). Y pocos elementos más en el centro de la pantalla, pero que no da la impresión de vacío gracias a la profundidad de los sencillos decorados.
La misma función cumple la música: relajar el juego mientras el jugador “se pelea” con la gravedad para no caer al fondo. Entre esas melodías obtenidas con los premios se mezclan los más diversos estilos musicales, pero ninguno destaca porque las canciones siguen siempre similares esquemas y registros. También ha personalizado Hudson el sonido de las bolas, que harán un ruido mientras caminan y otro al chocar. Éste último, intenta reflejar la personalidad de cada esfera, y destaca especialmente en los animales, pues es la onomatopeya de cada uno. Además, los desarrolladores lo han dirigido hasta el altavoz del Wiimote.
Y poco más tiene que ofrecer Kororinpa. Ya desde el menú principal se aprecia la escasez, pues ni siquiera permite al jugador guardar la partida con su nombre, sino que asocia un icono predefinido a cada juego. Dicho menú, en sintonía con toda la candidez del título, también permite acceder a las escasas opciones, donde sobresale la posibilidad de configurar la pantalla en 16:9.
El multijugador no es más que la partición de la pantalla por la mitad para que dos personas a la vez compitan por ver quién termina antes. Pero no aporta nada al juego individual: son las mismas pantallas, con las mismas esferas y tablas de puntuación y los premios se acumulan de la misma manera. El esfuerzo de Hudson ha sido mínimo en este apartado, siendo únicamente destacable el hecho de que el segundo jugador puede utilizar un segundo Wiimote o el nunchaku conectado al mando número uno. En este último caso, los botones C y Z sustituyen a A y B.
Jugar a Kororinpa bien merece los minutos de cualquier Wii. Es un juego muy simpático, a la vez que altamente adictivo. Una vez comenzado, apetece avanzar para ir descubriendo nuevos kororinpa que presenten un reto aún mayor. Además, el sistema de tiempo nos incita a analizar nuestros errores y repetir la pantalla en busca de un tiempo mejor. Pero sigue siendo corto y no excesivamente rejugable, y el modo multijugador es prácticamente inexistente. Una mecánica acertada que podría haber sido desarrollada mucho más para resultar un juego completo.