Final Fantasy Crystal Chronicles: The Crystal Bearers
Una fantasía tan frágil como el cristal.
Final Fantasy CC The Crystal Bearers - Análisis
Final Fantasy: Crystal Chronicles: The Crystal Bearers es uno de esos juegos que, además de tener que tomar aire a la mitad mientras pronuncias su título completo, son dificilísimos de evaluar, ya que combina como ningún otro título la calidad artística con la mediocridad jugable.
En el banco de los halagos está la dirección artística, propia de un Final Fantasy numérico. Manteniéndose fiel al estilo Crystal Chronicles pero con pinceladas de saga principal. Los personajes tienen un diseño más serio, se ha dotado de un contexto más elaborado a las diferentes razas y se ha proporcionado una historia con tintes épicos y personajes más complejos. Los enemigos que aparecen se reparten entre los de nuevo diseño y los archiconocidos por los aficionados de Square-Enix, como los peligrosos bombs o los terribles begimos.
Visualmente el juego presenta un nivel de sofisticación al que Wii no nos tiene acostumbrados. Sin embargo, hay motivos para dudar de que el motor gráfico (se supone que una versión de las Crystal Tools) se haya elaborado desde cero, pues más bien parece una versión revisada del empleado en Final Fantasy XII. Los motivos para plantear esta cuestión es que el juego comparte fortalezas y debilidades heredadas del penúltimo capítulo de la conocida saga de rol japonés. La característica más importante es el abrumador nivel de detalle que tienen tanto los escenarios como los personajes. Se han cuidado las joyas que llevan, el tipo de ropa, si las ventanas tienen flores, enredaderas en las paredes... Sin embargo, junto a este nivel de detalle todo parece que estuviera pasado por algún tipo de filtro de granillo, con lo que la imagen no es nítida, sino algo sucia. Además, existe cierta inestabilidad cuando aparecen muchos personajes de forma simultánea. Esto ocurre sobre todo en los combates, con muchos enemigos actuando de forma independiente y en espacios abiertos, bajando la tasa de fps de forma significativa, ralentizando y entrecortando la imagen.
Sí resulta redondo el diseño de los personajes y monstruos, muy de la casa. Muy trabajadas las animaciones en general, siempre buscando mostrar expresividad. El sello personal de Square-Enix en las grandes producciones, ese que busca la "molonabilidad" en los personajes de sus juegos, está presente. El protagonista es un guaperas que se mueve como pez en el agua en cualquier situación, hay naves voladoras, entornos mágicos llenos de cristales pulsantes, cinemáticas (con el motor de juego, eso sí) con peleas de fantasía, el malo malísimo es amenazador, egocéntrico, y lleno de secretos de todo tipo, hay criaturas que hacen apariciones cinematográficas con mucho ruido y explosiones...
Todo parecería apuntar a una gran producción, cuidada y mimada. Pero entonces llegamos a la parte en la que toca coger el mando y jugar. Y ahí es cuando la burbuja explota y nos encontramos en arenas movedizas. Uno sigue jugando por inercia, a ver si en algún momento mejora, pero no hacemos otra cosa que hundirnos todavía más en el juego.
Si bien es cierto que poseemos control absoluto de la cámara, esta se torna obtusa, negándonos el ángulo de visión apropiado, interfiriendo con los elementos del escenario o respondiendo muy lenta a nuestro deseo. La mitad del tiempo la pasaremos corriendo mientras tratamos de averiguar qué pasa en la pantalla. Es incomprensible cómo se ha optado por un movimiento completamente libre del personaje que permite al jugador perder de vista el objetivo al que tiene que apuntar y mantener en la mirilla unos instantes, ya que no funciona una cámara que nos deja vendidos con un sistema de juego exclusivamente basado en el uso del puntero.