Boogie
Bailar, cantar, reír con los amigos y perder el sentido del ridículo. Esa es la actitud que hay que tomar cuando se cogen los mandos de Boogie.
Boogie - Análisis
Electronic Arts ha decidido coger “la Wii por los cuernos” y está tratando de adaptar todo su catálogo a las características de la nueva consola de Nintendo con diversos resultados. Y en todos los casos con una característica común, atender las necesidades de los nuevos jugadores que están llegando al mundo de los videojuegos atraídos por la compañía de Mario. Sin embargo, había un segmento que los canadienses no controlaban: el de los juegos musicales. Y así se les ocurrió su primera idea original para Wii, de nombre Boogie.
Es este un título que trata el género musical desde dos puntos de vista: el baile y la canción. Y si bien pueden ser combinados, cada uno de ellos debe ser analizado por separado pues el logro conseguido es dispar. En conjunto, da la sensación de ser el resultado de un gran esfuerzo imaginativo por parte de los creativos, que no han escatimado ni tiempo ni ganas en crear un título a la altura. Sin embargo, parece que han encontrado complicaciones por el camino que le dejan a bastante distancia de los grandes juegos musicales. Quizás, porque ese tampoco era su destino.
Nada más comenzar la partida, y tras una breve muestra coreográfica por parte del amorfo protagonista, Bubba, y la creación de un perfil, Boogie muestra todas sus opciones en un menú perfectamente estructurado. Desde el entrenamiento y el modo historia, hasta las pruebas individuales de baile y karaoke, el modo fiesta para retar a los amigos o la tienda donde conseguir nuevas canciones, ropas y decorados.

El modo historia de este juego no es más que una mera excusa para presentar a los personajes, coger el ritmo y esconder un puñado de objetivos desbloqueables. El reto consiste en ir superando 5 pruebas de cante o baile con cada uno de los 5 personajes disponibles. Es decir, 25 pantallas interrumpidas tan sólo por unas animaciones poco interesantes y bastante molestas, principalmente porque en lugar de voces, los personajes emiten ruidos muy desagradables. Lo más sencillo es plantearse este modo como unas partidas sueltas más, completarlas en no demasiado tiempo (no son muy difíciles), obtener todas las canciones y prepararse para disfrutar Boogie a tu gusto, escogiendo.
Lo más fácil es elegir el baile, pues parece que es lo primordial de este título. Sin embargo, se puede anticipar que es el apartado más pobre. El mecanismo de control es idéntico en cualquier modo y con cualquiera de los personajes. Con el bailarín situado sobre el escenario, tendremos que hacer que sega el ritmo de la música, que viene indicado por un medidor a la derecha de la pantalla, mientras la canción suena. Cuanto más tiempo se siga el ritmo sin errar, la acumulación de puntos será mayor. Y una vez instalado en el máximo habrá que variar el paso, porque la monotonía es penalizada. Nada más sencillo, lo único que hay que hacer es mover el mando arriba, abajo o a algún lado. Por tanto, la limitación es muy grande. Como variedad, cada personaje posee diversos estilos de baile que podemos ir intercambiando y harán variar la animación en pantalla, pero no la forma de jugar.Además de seguir el ritmo, podremos hacer combos dejando pulsado el botón “B” y siguiendo una puñado de flechas, o un movimiento que no sabría cómo definir (¿pose?), en el que dejas congelado al muñeco en una postura pulsando “Z” y luego tratas de llegar a una diana con la mirada. Todo para aumentar la puntuación hasta cifras estratosféricas. Para terminar, el joystick del Nunchaku permite moverse por el escenario sobre nueve casillas predeterminadas.
En el modo Fiesta, que no deja de ser un duelo entre dos jugadores, las premisas son exactamente las mismas, con la única diferencia en ciertos objetos para congelar o confundir al rival. La sensación es que es muy fácil seguir el ritmo y en un par de días podrás alcanzar elevadísimas puntuaciones.