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Enseñar a jugar a la consola a un niño de 3 años

Kevin y su primera partida al Mario.

Este verano he tenido la suerte de presenciar algo muy bello en lo que nunca me había parado a pensar. He visto el primer videojuego de un niño pequeño, su primera partida de verdad. Es más, se me hincha un poquito el ego al recordar que yo fui partícipe de tamaña hazaña y que tuve el honor de enseñarle un poquito.

Kevin tiene tres años y medio. Su padre es un jugón, tiene en casa Wii y PlayStation 3, pero sobre todo se pasa el día en el punto de encuentro de Modern Warfare 3. Su madre es menos aficionada, pero se ha atrevido con títulos con Silent Hill: Shattered Memories. Para Kevin los videojuegos han sido siempre parte de su realidad, los ha visto desde que era un bebé y se dormía frente a la tele mientras jugábamos partidas al PES, pero hasta ahora no estaban a su alcance, eran solo algo de mayores.

Un domingo cualquiera de este mes de agosto cambió de papel, dejó de ser un espectador, se convirtió en un pequeño jugador.

super mario niñosComo siempre, decidí llevar mi Nintendo 3DS XL a la piscina pública en la que nos reunimos toda la pandilla huyendo del calor agobiante de Extremadura. En la ranura, New Super Mario Bros. 2. En un momento de relajación saqué la consola para seguir intentando subir mi récord de Fiebre del Oro. No desperté su curiosidad, al fin y al cabo, era una más de esas máquinas que tanto ha visto en unas manos o en otras.

Bueno, pensé que a mí sí me apetecía probar a ver qué podría ocurrir. Llamé al niño, le enseñe la portátil y le dije que se acercase a jugar conmigo. Dudó unos segundos, me miró con timidez, como escuchando la voz de su padre cada vez que le ha advertido de que no tirase su mando al suelo. Estaba a punto de entrar en el terreno prohibido, de dar el gran salto a ese terreno de los mayores. Caminó lentamente sobre el césped y se sentó a mi lado en la toalla, paciente y relajado, esperando a que yo marcara los pasos.

Cuando Kevin cogió la consola era como si fuera parte del molde. Puso sus diminutas manos morenas en el sitio adecuado, junto al circle pad y a los botones, como si hubiera sabido toda la vida que se agarra así. O quizá sí lo sabía de verlo tantas y tantas veces. Agarró la pantalla superior y empezó a moverla, como buscando un punto en el que estuviera realmente cómodo. Sorprendentemente, la dejó en 90º y agachó la cabeza.

En vez de tocar todos los botones a la vez, se quedó mirando a la pantalla. Yo había dejado a Mario en el mapa de selección de pantalla del Mundo 1-1 de mi partida con todo desbloqueado y más de 350 vidas. Pulsé el botón 'A' y entró en el nivel. A la carrera le dije que tenía que avanzar y que saltar super mario niñosdándole al círculo para la derecha y para la izquierda. Primer error, todavía no sabe qué es izquierda y qué es derecha. Pero sí lo que es adelante y atrás, así que esas fueron las dos coordenadas a partir de ese momento.

No quise contar las veces que murió contra el primer goomba, maldito primer goomba. Le expliqué que pulsando 'ese botón' el muñeco salta y entonces no se chocan y así no se muere. Y Kevin lo entendió, pero no sabía cómo ejecutarlo. La solución fue poner mi dedo sobre su dedo y sobre el botón, de modo que mientras él avanzaba, yo apretaba todo para saltar. Solo avanzar y saltar. De esta forma llegamos hasta la bandera y dimos un gran y merecido aplauso.

A la siguiente lo dejé todo en sus manos. Probamos un puñado de saltos, primero parados y después avanzando y ¡hurra, saltó el primer goomba! Aunque el segundo fue demasiado porque cuando apretó el botón ya hacía un par de segundos que estaba muerto. Así que esa era el problema, el timing, su capacidad de reacción. Como es lógico, su coordinación y la asociación entre sus movimientos y los del muñeco era aun lenta. Pero no por ello dejamos de intentarlo y pasamos al plan c, cantarle la partida.

Kevin avanzaba y saltaba, pero siempre que yo se lo decía, no por propia voluntad. ¡Ahora! ¡Salta! ¡Arriba! Le cantaba yo un par de segundos antes de que tuviera que hacerlo. Cuatro o cinco vidas más tarde consiguió llegar a la bandera demostrando un progreso muy rápido. No habían pasado ni 20 minutos cuando el niño había aprendido ya a manejar lo más básico de las plataformas de Mario, avanzar y saltar. Así que decidí retirarme y dejarle solo.

Su mirada no se apartaba del muñeco, sabía perfectamente que la acción estaba en la pantalla de arriba y cuál era su tarea. Las vidas caían una detrás de otra, sin importancia. Tras cada muerte, botón 'A' y de nuevo al nivel 1-1 que parecía ser infinito. Eso se lo aprendió muy rápido.

super mario niñosNo sé cuánto avanzó mientras estaba solo, pero estuvo al menos un cuarto de hora más delante de la consola. Concentrado, absorto, ajeno al resto del mundo y a los otros niños con los que antes había estado jugando.

Yo todavía recuerdo mis primeros videojuegos. Una pequeña colección para el viejo Amstrand de disquetes de cinco pulgadas que teníamos en casa en la que había títulos como Tupper, Topo, Test Driver, Barbarian, Mission, Prince of Persia o Goofy. Para empezar a jugar había que cambiar de unidad en MSdos y meter un par de comandos, y aun así, con tan 4 o 5 años ya era capaz de ponerme en marcha. No recuerdo las dificultades ni las muertes a los tres segundos de partida, recuerdo saltos imposibles, puertas con pinchos que caían, mejoras de armas, melodías, portadas y dibujos. Supongo que mi cabeza ha endulzado ese recuerdo poco a poco, se ha quedado con lo mejor para poder disfrutarlo en esos momentos de vuelta a la infancia.

Me pregunto si Kevin se acordará de Mario o de mi cuando juegue a su flamante consola con realidad aumentada y recreación de sensibilidad dentro de 25 años. Para mi ha sido una experiencia única, que podria repetir pero nunca con la misma naturalidad. A partir de ahora, él es una pequeña parte de la historia de los videojuegos porque por fin ha aprendido a entenderlos.

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