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Knytt Underground

Analizamos Knytt Underground para Wii U, un juego de exploración sin rumbo.

Knytt Underground - Análisis

Wii U despidió 2013 con el independiente Knytt Underground después de un primer año en que ha cumplido sobradamente las expectativas con la eShop. La última creación del sueco Nifflas, responsable del aclamado NightSky disponible en la eShop de 3DS, que nos llega a Wii U, es un particular plataformas en dos dimensiones al más puro estilo “metroidvania”, que ya se había estrenado hace muchísimos meses tanto en el PC como en consolas PlayStation.

Ambientado en un curioso mundo subterráneo postapocalíptico habitado por seres de fantasía, donde no queda más rastro de los humanos que los objetos que les han sobrevivido y las leyendas que de ellos se cuentan, Knytt Underground narra la historia de Sol Sprockett, una duende incapaz de hablar a la que su pueblo le ha encargado la misión de tocar las seis campanas del destino con el fin de evitar su destrucción.

Nos encontramos así ante un universo fantástico en el que a pesar de la naturaleza mágica de sus moradores (duendes, hadas y demás criaturas mágicas), todo lo que le rodea está impregnado por ese realismo disfuncional del que gustan tanto los autores indies en cualquier medio. Eso significa que no nos faltará nuestra ración de clichés con personajes inadaptados, dramas familiares, y conflictos morales de corte científico y religioso, planteados la mayoría de las veces de una forma tan pedante como carente de interés.

El juego se estructura básicamente en tres capítulos que, aunque pueden iniciarse en el orden que queramos, están pensados para que los dos primeros nos sirvan tanto de introducción narrativa como de pequeño tutorial a las mecánicas jugables.

Knytt Underground

Sol cuenta con dos habilidades para desenvolverse y que marcan las diferencias respecto a otros títulos del subgénero. La primera consiste en poder agarrarse como una lapa a muros y paredes y trepar por ellos, algo que se torna imprescindible en unas pantallas en que el desplazamiento vertical es casi tan habitual como el horizontal. La segunda, mucho más original, es la facultad de nuestra protagonista de transformarse a su antojo en un pelota capaz de moverse a gran velocidad, rebotar y alcanzar grandes alturas, lo que da lugar a algunos de las mejores situaciones del juego, aunque unas físicas algo deficientes siempre nos hacen dudar de nuestra capacidad de control.

A nuestras habilidades generales se unen los diferentes power-ups en formas de luces de colores, que aparecen estratégicamente colocados en zonas concretas de los escenarios y que otorgan a Sol poderes especiales de forma temporal como disparar proyectiles, dar un gran salto o volar en diferentes direcciones. Sin embargo, más que en el plataformeo, que en general es insulso y queda relegado a un segundo plano, Knytt Underground pone su énfasis en la exploración libre y a nuestro ritmo de un mapa realmente gigante estructurado en pantallas individuales interconectadas (descubrirlo al 100% puede llevarnos tranquilamente de 15 a 20 horas).

Y es aquí donde se ponen de relieve las grandes carencias en el diseño del juego. Sin habilidades que ganar, ni apenas enemigos u obstáculos en nuestro camino, y con misiones repetitivas que se limitan principalmente a recoger objetos previamente marcados en el mapa, gran parte del tiempo lo pasaremos recorriendo una y otra vez estancias vacías sin nada de interés que hacer. Decir que esta obra de Nicklas Nygren, tiene algo de Dear Esther hecho plataformas 2D puede sonar, y es, algo exagerado, pero es una sensación que seguro que en algún momento dejará en más de un jugador. La monotonía en la exploración suele verse interrumpida de vez en cuando por los escasos puzles de plataformas y físicas que salpican nuestro recorrido y que salvo contadas excepciones no son especialmente brillantes ni entretenidos.

Knytt Underground

Donde sí se nota el buen hacer del autor de Knytt Underground es en la ambientación del juego, conseguida principalmente gracias al gran diseño artístico de sus escenarios, que no de personajes, y a una excelente banda sonora, que por sí mismos consiguen durante un rato que nos olvidemos de la anodina jugabilidad. Los fondos que ilustran cada pantalla, compuestos en su mayoría con grandes recortes de papel de hojas, flores, frutas y otros elementos de la naturaleza, son variados y bellos a más no poder, ideales para nuestros paseos chill-out y que se complementan a la perfección con algunos temas electrónicos que hubiese firmado la propia Air.

Por último, conviene hacer un pequeño par de apuntes sobre la versión de Wii U. Cuando el juego se muestra en la televisión, no se aprovecha la resolución al máximo y la imagen aparece rodeada de un marco negro, algo que en la época de Wii se hacía en algunos juegos de cara a evitar el llamado overscan que hacen algunos dispositivos, principalmente televisiones CRT, pero que hoy no tiene ya excesivo sentido. Por otro lado, la magnífica opción de jugar en Off-TV está presente, lo que siempre se agradece, en especial en casos como éste en que las proporciones de nuestra personaje resultan demasiado perqueñas para una pantalla de televisión. Eso sí, no hubiese estado de más que se hubiese quitado el icono de la pantalla táctil una vez que decidimos usar el Off-TV. Por lo demás, la segunda pantalla tiene un uso muy secundario y sirve para poco más que consultar el mapa o el inventario.

Conclusión

Knytt Underground es el mejor testimonio de que ni un trabajadísimo diseño artístico ni una efectiva ambientación son elementos suficientes para enmascarar un diseño mediocre. El mapeado que Nifflas pone delante de nosotros puede ser gigante, pero sus piezas están colocadas sin orden ni sentido, dejando la impresión de que gran parte de las pantallas son simples pegotes que sólo sirven para rellenar. Y así Knytt Underground se desvela en última instancia como incapaz de ofrecer una experiencia interesante a cualquiera que busque algo más en un videojuego de este genero que dar paseos descafeinados y vivir aventuras pretenciosas por parajes de postal.