Donkey Kong Country 2: Diddy Kong's Quest
Mono en apuros.
Donkey Kong Country 2: Diddy Kong's Quest (N3DS) - Análisis
La consola virtual de New Nintendo 3DS poco a poco se está nutriendo de los mejores juegos de la añeja SNES. Cuenta en su haber con varias joyas incombustibles, a las que se suma este magnífico Donkey Kong Country 2: Diddy Kong's Quest. Cierto es que, dadas sus peculiaridades, el paso del tiempo ha hecho mella en él, pero esta pequeña capa de óxido no impide ver la joya que hay detrás.
Mono en apuros
Tras haber recuperado la isla Kong de las manos de los Kremlins, K. Rool decide vengarse personificando el rol de Capitán pirata, siendo sus reptiles vasallos esta vez parte de su tripulación. Su plan es directo, sacar el mapa al peligroso Donkey Kong para tener vía libre para quedarse la reserva de plátanos de la familia Kong, ya que habían fracasado en su anterior intento. Todo va como la seda, ya que consiguen secuestrarlo y llevárselo a su isla. Sin embargo, no contaban con que el mono Diddy, apoyado por su ¿novia? ¿prima? ¿hermana? Dixie, partiría a la aventura y sería un rival tan temible como el propio Donkey, si no más.
Así pues, en Donkey Kong Country 2: Diddy Kong's Quest nos ponemos en el pelaje de estos dos monos, cada uno con sus propias características. Diddy es rápido y sabe cómo coger los barriles para defenderse, mientras que Dixie puede volar usando su coleta a modo de hélice cuando salta (aunque no después de rebotar contra un enemigo o de ser lanzada por un barril). Aparte, ambos cuentan con el icónico “salto en el aire cuando das volteretas” y, como novedad, se pueden subir a coscoletas del otro para ser lanzados a lugares de otro modo inaccesibles, o empleados como armas o para recolectar objetos (aunque hay que tener cuidado de no lanzar a nadie contra los pinchos y otros elementos dañinos). En general, salvo por un par de cosas, es bastante continuista con respecto al primer Donkey Kong Country, lo cual tampoco es de extrañar teniendo en cuenta que solo los separa un año. Vuelven los barriles, los kremlins y todo aquello que hizo grande al primer juego, esta vez con la temática de la piratería.
A pesar de esta continuidad, Donkey Kong Country 2: Diddy Kong's Quest brilla con luz propia gracias a su ambientación pirata, muy conseguida tanto a nivel visual como sonoro, con David Wise como máximo responsable de su maravillosa música. Es una lástima que lo que hiciera en su día que el juego brillara por encima de los otros sea en 2016 su mayor hándicap. Hablamos, claro está, de la técnica de los gráficos renderizados, que ha envejecido de forma bastante notable y se convierte en la primera barrera para disfrutar de esta joya de hace 21 años.
Según avanzamos en la aventura vamos recorriendo diversas zonas de la isla, cada una con una (o varias) temática distinta. En cada zona podemos contar con la ayuda de otros monos de la familia Kong, aunque habrá que pagar monedas plátano por sus servicios. También veremos a Klubba, un kremlin que cuida un misterioso puente y al que hay que pagarle en kremkoins para que nos deje pasar al otro lado, es decir, al mundo perdido de los kremlins donde aguardan los niveles de mayor dificultad del juego. Los kremkoins se consiguen tanto derrotando a los jefes de final de nivel como superando las fases de bonus.
Éstas están ocultas por cada nivel y algunas son realmente difíciles de encontrar, ya sea por estar en entradas secretas o de difícil acceso o por necesitar el uso de un animal también oculto en el nivel. Los animales vuelven, aunque con algunos cambios en el plantel. Igual que en el primer juego, montar en un animal nos permite usar sus habilidades especiales, ya sea el cuerno de Rambi o la nariz espada de Enguarde, entre otros. Como novedad, no sólo podemos montar en ellos sino que también existe la opción de transformarnos, evitando así que huyan al primer golpe. Aparte, algunos animales nos ayudarán sin necesidad de montar en ellos, por lo que la variedad está asegurada.
Las fases en sí mismas son bastante exigentes, aunque no llegan ni por asomo al nivel de dificultad visto en Donkey Kong Country Returns. Eso sí, debido a las particularidades de este juego, hijo de su época, la experiencia de juego es algo más frustrante. Hablamos del sistema de guardado y del sistema de vidas.
Bienvenido a los 90
Las vidas escasean, más cuando cada vez que iniciamos la partida se reinicia su contador, así como el de las monedas. Por lo tanto, de nada sirve haber conseguido en una sesión 99 globos, en la siguiente volverás a tener 4 y, si te matan cuando no te queda ningún globo, tendrás que volver a empezar desde el último punto de guardado que visitaste. Pero guardar no es gratis, requiere el uso de dos monedas. De aquí se extrapola un problema de diseño, o más bien un pequeño incordio, y es que cuando superas una zona, si accedes a la siguiente no podrás guardar hasta que no llegues al punto de guardado, que se puede liberar después de un nivel o después de muchos más. Por lo tanto, corres el riesgo de perder todo el progreso. La forma de evitarlo, un tanto rebuscada, es volver a un mundo ya superado, guardar ahí y pagar a Funky Kong para que nos lleve en su avioneta al próximo mundo. Un tanto rebuscado, pero no hay otra forma. Bueno, sí la hay, usando el sistema del emulador de New Nintendo 3DS.
Aparte de guardar y volar entre mundos, también podremos, siempre con monedas, acceder a los servicios de otros monos, entre los que no podía faltar Cranky Kong, el cual además nos incita a buscar las monedas DK esparcidas por cada nivel, puestas por él para que probemos que somos auténticos héroes de los videojuegos y que, como tales, podemos superar cualquier desafío. Así pues, en los niveles podremos recoger plátanos como siempre para conseguir un globo extra, monedas para comprar los servicios de los otros monos, kremkoins en las fases de bonus para acceder al mundo perdido de los kremlins, letras KONG para obtener un globo extra y la moneda DK, emblema que representa que somos auténticos héroes de los videojuegos.
Sin embargo, como ya veníamos adelantando, los años no han pasado en balde para Donkey Kong Country 2: Diddy Kong's Quest. No sólo el apartado gráfico se ha visto resentido, la jugabilidad también se nota añeja y algo desfasada. No es algo de lo que avergonzarse, ya que vio la luz hace 21 años y es normal que en tanto tiempo se haya mejorado la fórmula, más existiendo como existen los sensacionales Donkey Kong Country Returns y Donkey Kong Country Tropical Freeze, que modernizan y mejoran lo ya visto en la saga de Rare Ware, no sin perder, eso sí, algunas cosas por el camino. Sin embargo, el presente juego te hará valorar mucho mejor las entregas de Retro, ya que uno puede apreciar cómo han sabido coger lo bueno y mejorarlo.
La dificultad a veces es algo inconsistente (sobre todo en los jefes, siendo algunos iniciales bastante desafiantes y otros finales demasiado fáciles) aunque, en general, la curva de dificultad es adecuada. Las fases de vagonetas son increíblemente divertidas (mis favoritas del juego) y, en general, la sensación sigue siendo muy buena a pesar de los años. Se detectan varios comportamientos extraños, por ejemplo, en las fases con “miel pegajosa” no nos quedamos pegados si llevamos a coscoletas a nuestro compañero, lo cual no tiene mucho sentido pero puede ayudarnos a superar más fácilmente algunos niveles.
Una emulación “low cost” a precio “premium”
Lo más negativo, sin embargo, de Donkey Kong Country 2: Diddy Kong's Quest no es nada del propio juego, sino su distribución. Como es habitual, la consola virtual de Nintendo no solamente tiene un precio muy elevado para tratarse de juegos que ya rindieron económicamente hace 21 años, sino que además no aporta nada. Ni está traducido al castellano, ni adaptado a las nuevas proporciones de las pantallas, ni tampoco a los nuevos controladores. Por si fuera poco, lo que compres en una consola en esa misma se queda por lo que si quieres disfrutar de los clásicos en tus plataformas acabas gastándote casi 20€. Una emulación casi sin opciones y muy cara para tratarse de juegos tan antiguos, por muy clásicos que sean. Claro que, al césar lo que es del césar y, si hay un juego que se merezca ser disfrutado de nuevo a pesar de tamaños despropósitos, ése es Donkey Kong Country 2: Diddy Kong's Quest.
Los años pasan, los monos juegan
De esta forma, nos encontramos ante una joya de 1995 ligeramente envejecida pero todavía con mucha fuerza. Tal vez ya hayas pagado varias veces antes por él y no te merezca la pena pero, si no es el caso, es una oportunidad fantástica para descubrir una de las piezas clave del catálogo tardío de SNES. Eso sí, hay que tener muy claro que los 21 años se notan no sólo en lo técnico, sino también en el enfoque de la jugabilidad, lo que puede ser una barrera mayor que cualquier problema gráfico. A pesar de todo, merece la pena darle una oportunidad si no se la has dado ya.