Los juegos que nunca se acaban
De los juegos que acaban, de los que nunca lo hacen y de los que no quieres que lo hagan.
Hay tres grandes tipos de videojuegos. Están los que se acaban, que tienen una vida útil. Te los compras (o te los dejan, aunque eso tal y como va el mercado digital es cada día más complicado), los disfrutas en mayor o menor medida y cuando te los terminas van a parar a tu estantería o en la tienda de segunda mano (aunque de nuevo con los formatos digitales esto último también parece que nos lo quitan).
Aquí podemos englobar a la gran mayoría de los juegos. Desde que Zelda apareciera en el mercado hace la tira de años, tenemos videojuegos con planteamiento, nudo y desenlace. Los videojuegos tienen historias, nos cuentan algo, con mayor o menor acierto. Podemos explorarlos más o menos a fondo, hacernos todas las misiones secundarias, sacar todos los desbloqueables o conseguir la máxima puntuación en cada una de las fases. Pero se terminan acabando. ¿Qué motivación puede tener volverse a pasar Batman Arkham Origins? ¿Y Assassin´s Creed? ¿Y Castlevania: Lords of Shadows- Mirror of Fate? El simple y llano recuerdo.
Luego están los juegos que nunca se acaban. Son atemporales porque no te cuentan nada y lo que importa es el juego en sí. Aquí tenemos muchísimos juegos y de todos los tamaños y colores. Aquí podemos meter a los Call of Duty, los juegos deportivos y de carreras, los de lucha y, por supuesto, los puzles. Suelen ser juegos con multijugador, con componente online y en los que da igual las veces que juegues, tienen una vida útil que suele estar condicionada hasta la salida de su sucesor.
No dejas de jugar a FIFA 13 hasta que sale FIFA 14, a no ser que tengas una Wii U, porque entonces “ajo y agua”. El sustituto natural de Call of Duty es el siguiente Call of Duty. Son títulos que has seguido jugando todo el año porque no se terminan, los disfrutas jugando siempre y su fin no es llegar al final de nada, sino disfrutar del proceso y divertirte con el sistema de juego, que ofrece inversión sin límites. De hecho, si no hubiera secuelas anuales, la gente seguiría jugando, ya que con algunos títulos se podría hablar de una obsolescencia programada que ríete tú de los teléfonos móviles.
Por último, están los juegos más especiales de todos: los que no quieres que se acaben. No es ni siquiera necesario que sea un buen juego, sólo te tiene que haber gustado. Son esos juegos que, pese a tener una historia, no se acaban nunca, son eternos y, a medida que vamos llegando a su final, los jugamos cada vez menos, alargando el momentum como el queso fundido sobre una pizza.
Xenoblade: Chronicles es uno de esos juegos. No sólo por su extraordinaria extensión y duración, sino porque es, de verdad, un juego que no quieres que se acabe. Sí, estás muy interesado en la historia, pero sabes que cuando te lo termines, se acabó. No será lo mismo nunca más, no te lo podrás a volver a pasar nunca a no ser que la ciencia invente algo indoloro para olvidar de forma selectiva. Como se suele decir: sólo hay una primera vez para cada cosa. Y es que son estos juegos los realmente especiales, los que recordaremos dentro de muchos años, en las charlas mientras juguemos a Petanca 2070 Oculus Rift Edition.
Son también los juegos que retomamos de vez en cuando con cariño, para recordar. No es ni siquiera necesario que nos los volvamos a pasar, pero acudimos a ellos de forma más o menos periódica para despertar recuerdos y decir aquello de: “ya no se hacen juegos como los de antes”. Yo, por ejemplo, me pongo Super Castlevania IV cada tanto tiempo, al igual que lo hago con Super Mario Bros., Streets of Rage, Planescape: Torment, Ocarina of Time y una larguísima lista de juegos a los que de vez en cuando dedico media tarde.
Los juegos que nunca queremos que se acaben son esos juegos que, en cierta medida, nunca lo hacen, ya que nos acompañan toda la vida. La sensación de triunfo al superarlos, ese momento de la historia tan especial, ese enemigo final tan genial, la música, un personaje especialmente divertido… Todas esas cosas se alargan hasta el infinito y siguen vivas cada vez que las recordamos. Son los juegos que no queríamos que se terminaran en su momento, a fin de no perder la magia, sin darnos cuenta que, después de todo, esa magia nunca se pierde, sino que pasa a formar parte de nosotros.