Cara y cruz de la Japan Weekend
El evento desde dos puntos de vista distintos.
Marcos Catalán - Dee
Era mi primer año en la Japan Weekend y no sabía bien a lo que iba. Ingenuo de mí, y guiándome por el nombre, pensaba que iba a tener un acercamiento a la cultura japonesa desde todas sus variantes, aunque iba avisado de antemano de que el manganime era el rey y los cosplayers su séquito.
Bajo esta premisa, cruzo las puertas ataviado con mi sudadera de Dragon Ball para toparme de frente con… ¿stands? Bueno, sí, no tiene nada de raro, lo que me escama es que son los mismos que hay año tras año en Expocómic (otrora Expomanga), aunque no me desentonan. Lo que sí me escamo es que ESO fuera el grueso de la feria, porque no nos engañemos, ni los talleres, ni las charlas (la de la ruta del Japón a través del camino de un samurái fue una bonita manera de vender los seguros de viaje de una conocida empresa española), ni la zona retro (¿qué pinta eso ahí?), ni siquiera los stands de artesanía salvaban la vergüenza.
¿Qué es Japón para los asistentes? ¿Una amalgama de vicios y excesos que imitar? O mejor: ¿en qué se está convirtiendo la cultura japonesa? Quizás la feria no fue culpable, ni los asistentes, quizá la raíz de todo esté en su origen: un Japón sin identidad el cual se mira a sí mismo hace veinte años y no se reconoce. Ciertamente no todo es así (hablo del anime y del manga especialmente), pero parece que ahora interesa más crear iconos que puedan ser imitados y vendidos y explotarlos hasta la saciedad.
Fuera de este indigesto bocado de realidad actual nipona que conformaban el grueso núcleo de la feria que eran los stands comerciales de tiendas ya consolidadas, estaban por un lado las charlas/exhibiciones y por otro los puestos más humildes de pequeños emprendedores que querían vender sus manualidades (o no manualidades, vaya). Las charlas y exhibiciones fueron una de cal y otra de arena, pero en todas escaseó el público, menos en el concurso de bandas de baile, y esa es otra, los concursos, ¡pardiez qué organización! Quise ver el torneo de Super Smash Bros., pero cuando fui a la hora indicada aún no había nada montado ni hubiera visos de que fuera a empezar en breve. Otro tanto pasó con los talleres, vacíos y a deshora, salvo el de Hearthstone, que no sé de dónde le vino llamarse “taller”, pero que tuvo afluencia (como 20 personas) y empezó a su hora. Pero sigamos con las exhibiciones, que corrieron mejor suerte en cuanto a ceñirse al horario, otra cosa es que aunque a priori se antojaran interesantes, la mayoría resultaran en un sinsentido de preguntas absurdas por parte de los asistentes hacia sus ídolos, o hacia gente disfrazada de sus personajes favoritos. Salvo de la quema las demostraciones de artes marciales, serias y participativas, todo un acierto.
También fue muy positivo para la vista y los oídos la pequeña muestra de lo que serán los nuevos conciertos de Symphony of the Goddesses, casi a su hora y con el público ensimismado y aplaudiendo después de cada pieza, un detallazo que tuvo la feria para con los asistentes del sábado.
No quiero hablar de la Retro Weekend, ese espacio que, seamos claros, sobra de una feria así y solo sirvió para aumentar al doble o más el precio real que debería haber tenido la entrada. Y digo sobra porque no tiene cabida una zona retro en un mundo donde todo el mundo va con el cosplay del último héroe animado y no ha sobrepasado siquiera la pubertad. No me malinterpretéis, me encanta lo retro y salí de allí con un juego muy buscado por mi persona desde hace mucho, pero habría sido más “japonés” darle mayor espacio a videojuegos modernos de Nintendo, Bandai-Namco, Koei-Tecmo, etc. Mención especial para el cara dura que vendía juegos con cajas repro a precios desorbitados. Espero que no se la colaras a nadie, sinceramente.
En fin, tampoco todo fue tan malo, salí de allí con 5 películas, un videojuego y un par de muñecos Teru-Teru de uno de los talleres de artesanía, además de tener la oportunidad de volver a escuchar a parte de la Orquesta Sinfónica Española tocar algunos de los temas más emblemáticos de la saga The Legend of Zelda.
¿Volvería a ir? No por esos 12€ que costaba la entrada, pero si rebajaran el precio tal vez me animara ahora que sé lo que me voy a encontrar: lo mismo que en otras tantas ferias pero con más cosplay.