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The Swindle

Robos a la altura de los más exigentes.

The Swindle (Wii U) - Análisis

El séptimo título de Curve Digital para Wii U ha pasado de puntillas por delante de la comunidad haciendo gala de su propio género y sin hacer demasiado ruido, a pesar de disponer de una pista clave que anunció su llegada hace siete meses. The Swindle es otro de esos productos que emergen en la mente pensante de sus creadores, pero cuya creación se posterga hasta que encuentran una fórmula característica. No es una propuesta original, aunque sí apta sólo para exigentes y perseverantes.

Estas son sus normas. Si no gustan no hay otras

Una vaga explicación inicia el juego para poner al jugador en situación: dispone de cien días para llegar hasta el final, o de lo contrario una inteligencia artificial acabará con su trabajo. El objetivo es conseguir el mayor botín posible y así poder prepararse para la siguiente casa, bien cogiendo billetes del suelo, robando a la policía o pirateando ordenadores (objetivo que a la larga suele ser el más suculento). Pero en The Swindle no existen los tutoriales. Las normas de su entorno se aprenden a base de de ensayo y error, cayendo preso de sus egoístas acciones y descubriendo las consecuencias sobre el protagonista de distintas formas: muriendo por un golpe seco de un policía, un salto mal calculado, una mina puesta… Tras un par de partidas queda patente la necesidad de pensar bien en las acciones que se toman para sobrevivir.

Optar por la memoria no es una opción: los escenarios, siempre bajo una estética steampunk atractiva y bajo una paleta de colores que cambia según el nivel seleccionado, se generan aleatoriamente para que cada intento sea único. Esta fortuita construcción puede dar lugar a situaciones como pozos sin salida, habitaciones a las que no se puede acceder sin una mejora concreta o picos de dificultad. ¿Es un error de diseño? En absoluto. La desilusión que generan estas situaciones es excelente para caer en la cuenta de lo necesarias que son las mejoras, y eso sólo es posible una vez se ha terminado un hurto. Las opciones que da la terminal de nuestra nave son numerosas y útiles, pero, dada la naturaleza del título resulta factible valorar en todo momento cuáles son aquellos que se amoldan a nuestra forma de jugar y pensar en la cantidad de dinero que se debe ahorrar.

A la larga, es el orgullo de no caer en las numerosas trabas que impone The Swindle lo que obliga a mejorar, a pensar en cada paso y a decidir si es necesario jugársela a una carta para conseguir esos 87$ de la habitación de al lado que en un principio parecen asequibles, pero cuyos dos robots policía pueden comprometer los 2568$ que ya hemos adquirido. Un paso en falso quemará todo el dinero acumulado en ese día y es culpa sólo del jugador haber tomado esa decisión. Si el robo es un éxito o un fracaso dependerá de distintas variables: el botín robado, la supervivencia de nuestro personaje y el número de días restantes. La dificultad aumenta conforme pasan las jornadas, sin esperar a que se aproveche el efectivo adquirido para comprar potenciadores que hagan llevadera la aventura.

Quiero ser el mejor ladrón

Pese a todas las dificultades impuestas, superarlas tiene su premio. Si el jugador no muere no tan sólo conserva el dinero, sino que también la experiencia acumulada y se obtendrán botines más suculentos. Cuanto más tiempo permanezca vivo un personaje mayor es la compensación económica y más fácil es obtener potenciadores, cuyo precio aumenta de forma vertiginosa. Los niveles también aumentan su complejidad, pero sólo en número de enemigos, dado que la mecánica no cambia nunca y el proceso siempre es el mismo durante las cuatro horas de duración de The Swindle: llegar a una casa, robar, irse y potenciarse. Algo de variedad para hacer la partida amena y divertida habría sido el broche de oro.

La estética steampunk es un claro símbolo que sirve para reflejar que el avance tecnológico juega en contra del jugador, con tintes cómicos para hacer agradable la experiencia y amenizar una situación que a veces resulta un fiasco. La cámara se encuentra alejada para mostrar un plano general de todo el mapa de la casa; con breves zooms en ocasiones como el pirateo, generando situaciones muy tensas. Gráficamente es maravilloso, aunque no se puede decir lo mismo de su banda sonora: todas las melodías tienen ese toque metálico e industrial procedente de un reloj que no deja de avanzar. Si los enemigos avistan al protagonista cambia a una más acelerada para recordar al jugador que debe volver inmediatamente a la nave para salir airoso de la situación. Es una pena que todo este esfuerzo quede en vano cuando la necesidad de volver a los mismos mundos una y otra vez haga monótonas y odiosas todas y cada una de las canciones.

Además, Curve Digital ha realizado un trabajo poco optimizado para la versión de Wii U, detalle sorprendente teniendo en cuenta el tiempo de desarrollo a sus espaldas. Hay situaciones donde los enemigos atraviesan con sus ataques paredes, puertas o se vuelven inmortales. En niveles avanzados el rendimiento se resiente por los numerosos elementos en pantalla, y las caídas de cuadros por segundo provocan saltos poco acertados que terminan casi siempre en muerte instantánea; o incluso que la consola se cuelgue y obligue a reiniciar, algo que puede fastidiar una jugada perfecta.

The Swindle no es un juego para todos los públicos. De hecho apuesta por el que quiere ser puesto contra las cuerdas, capaz de superar niveles de exigencia que rocen lo absurdo para sacar pecho y sentirse satisfecho de sus resultados. Pero, a pesar de todo, su repetitiva mecánica, su excesiva dificultad y los numerosos bugs que surgen en niveles avanzados merman una experiencia que podría haber salido redonda.